Muchos investigadores han señalado con insistencia que nuestras sociedades están sufriendo
una mutación estructural que ha modificado las bases sobre las que se construyó
la modernidad y, en particular, los principios bajo los cuales se organizan el conocimiento,
el mundo del trabajo, las relaciones interpersonales, la organización de los mercados,
así como las bases sobre las que se construye la gramática de la política y los ejes articuladores
de la identidad (individual y colectiva) y los principios de construcción de la
ciudadanía. Al mismo tiempo, se ha insistido en la idea de que todos estos procesos
están vinculados, de una u otra forma, al giro tecnológico que caracteriza a esta época.
Sin embargo, el problema está muy lejos de ser un tema técnico y se ubica en rigor en el
centro de la escena cultural contemporánea.
¿Cuál es, entonces, el impacto que están teniendo estos nuevos medios digitales sobre los
sistemas educativos y más específicamente sobre la escuela como institución encargada de
la transmisión de la cultura letrada? Considerados desde la escuela, hay rasgos especiales
en estos nuevos medios sobre los que vale la pena detenerse, no solo porque involucran
nuevas relaciones de conocimiento sino porque proponen diferentes usos que pueden
adaptarse a los fines de la escuela. Por ejemplo, algo sobre lo que se ha insistido es que los
nuevos medios tienen como una de sus características el de ser tecnologías que permiten la
autoría o la creación de los usuarios o receptores (en contraste con los medios tradicionales
en los que el emisor tiene mayor peso). En este punto, se habla de la interactividad que
posibilitan, pero más que en ese rasgo –que por otra parte podría sostenerse también con
cualquier texto escrito–, deberíamos pensar en la posibilidad que abren a la intervención,
reescritura, modificación y cambio de sentido de los productos ya existentes que, de alguna
manera, están ahora abiertos a la resignificación. En efecto, los usuarios o consumidores
están ahora llamados a la creación porque su vínculo con los productos digitales tiene siempre
un horizonte abierto: ahora intervienen sus fotos, editan sus videos, se apropian y crean
sus propias colecciones de música, y rearticulan textos que pueden contener varios modos
de comunicación (palabra, música, imagen) al mismo tiempo.
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